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¿Cómo puedo ser más alegre?

¿Cómo puedo ser más alegre?

Estén siempre alegres en el señor: se lo repito, estén siempre alegres y den a todos muestras de un espíritu muy abierto.

El señor está cerca. No se inquieten por nada: antes bien, en toda ocasión presenten sus peticiones a Dios y junten la acción de gracias a la súplica. Y la paz de Dios, que es mayor de lo que se puede imaginar, les guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús" (Fil 4, 4-7)

Pareciera una burla al hablar de alegría en estos tiempos de crisis y dificultad. ¿Se puede acaso sonreír en medio del ajetreado mundo moderno cargado de tantas tensiones y estrés?

La respuesta es "sí", no sólo se puede, sino que se debe vivir en alegría ¿por qué? "¡Porque la alegría nos pone alas! En tiempos de alegría nuestra fuerza es más vital; nuestro intelecto, más agudo; nuestro entendimiento, menos turbio. Parecemos más capaces para encarar el mundo..." (Abdul-Baha).

Pero... ¿qué es la alegría?

Es un grato y vivo movimiento del ánimo, que puede manifestarse con signos exteriores, como sonrisas y exclamaciones.

Es una sensación de bienestar; es fruto del sentirse amado y de amar.

Y entonces -se preguntarán algunos- si yo no me siento amado ¿nunca experimentaré esa alegría? Hoy, con el egoísmo que impera en la sociedad, son cada vez más los que se sienten poco valorados, solos, despreciados incluso por la propia familia; pero hay algo que debe alentarnos, existe un amor más sublime y más grande que cualquiera, que llena el corazón plena y permanentemente, un amor que es firme, inmenso y fiel: el amor divino. Ya lo expresa el profeta Isaías: " Los cerros podrán correrse y moverse las lomas; mas yo no retiraré mi amor; ni se romperá mi alianza contigo" (Is 54, 10).Así, la verdadera alegría no depende de lo que nos sucede en el exterior -aunque se ve influida por ello-, sino que es una virtud que brota del interior, es fruto del sentirse amado por Dios, Él es el manantial de la dicha.

El evangelio de San Juan nos muestra que el deseo de Jesús es que vivamos en la alegría perfecta y, no sólo eso, también nos explica el cómo: "Si se quedan en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, todo lo que deseen lo pedirán y se les concederá" (cf. Jn 15, 1-11).

Para muchos, alegría es sinónimo de diversión, y así, buscan mil maneras de distraerse en juegos, deportes, espectáculos y aun en vicios. Es fácil desmentir esta idea errónea: diversión depende de lo que sucede afuera, la alegría de lo que sucede dentro. La diversión es pasajera, se acaba pronto (lo que dura una fiesta, una función de cine, un partido de futbol), la alegría perdura, está siempre ahí, sin importar las circunstancias.

No es malo divertirse, pero no es lo fundamental. Más que "saberse divertir", hay que buscar la alegría interior, ésta nos ayuda a sobrellevar los momentos duros y nos permite disfrutar al máximo la vida, aun en los pequeños detalles: el trabajo, el estudio, las tareas domésticas, etc.

Alegres en las pruebas.

Todos pasamos alguna vez por situaciones complicadas, difíciles y desconcertantes -un despido, la muerte de algún ser querido, una traición, etc.- ¿qué actitud tomar? Los Santos Padres de la Iglesia nos hacen ver que "el desaliento - si lo dejamos - se acomoda en la médula de los huesos y paraliza todas las energías". Recordando también al conocido santo Tomás de Aquino, no debemos pasar por alto que "la tristeza es la pasión que más daña al cuerpo y que por esto mismo ata el alma".

Es cierto que "no somos de palo" y que resentimos los golpes de la vida, pero ¡qué distinto es afrontarlos con optimismo y esperanza, a dejarnos abatir y vencer por ellos!

La Escritura nos da testimonios de esto. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro y Juan después de haber sido azotados, salieron gozosos por haber sido considerados dignos de sufrir por el nombre de Jesús (cf. Hech 5, 40-41).

Y la alegría de los primeros cristianos cuando eran martirizados es también un ejemplo elocuente: Perpetua (203 d.C.) se muestra alegre en la cárcel; los espectadores quedan atónitos viendo sonreír a Carpo durante el interrogatorio y la hoguera misma; Teodisio permanece sonriente durante la tortura. Las Actas de los mártires (documentos que atestiguan estos hechos) hablan a menudo del semblante sereno y alegre de los mártires, "confesamos a Cristo y morimos con alegría" escribe san Justino.

El mismo Cristo en vista del gozo que le esperaba aceptó el sacrificio de la cruz (cf. Hb 12, 2).

Piensa, ¿no sería diferente tu ánimo si en lugar de amargarte por lo malo que te sucede, trataras de ver el lado bueno o lo que es mejor, lo ofrecieras a Dios sabiendo que "todo lo que él permite es para el bien de los que lo aman" (cf. Rm 8, 28). Como dice el dicho: "a mal tiempo buena cara".

Nada ganamos con desanimarnos, caminando con cara larga cuando nos vienen los problemas. Mejor pensamos: "Esto pasará, Dios está conmigo, me mama y cuida de mi vida, no me abandonará nunca. Él es mi roca firme".

Encarando así las tempestades, nuestro barco llegará al puerto, no nos quedaremos en el camino. Es desolador pensar en tantos hermanos, adultos, jóvenes e incluso adolescentes que, por no tener esta fuerza de la alegría interior, se sienten asfixiados por los problemas y terminan quitándose la vida.

Sin ella todos nuestros sentimientos dependen de lo que nos suceda. Cuando las cosas van bien, nos sentimos bien; cuando las cosas marchan mal, nos sentimos mal. A veces estamos arriba, a veces vamos arrastrándonos. Sin alegría, cuando acaba la diversión, acaba la felicidad. Sin alegría la tristeza se hace más y más profunda.

No sigas buscando la verdadera alegría donde no está. María en un hermoso cántico, expresa toda la dicha y el gozo que desbordan en su corazón (el Magníficat, Lc 1, 46-45). ¿La razón? Cristo ha hecho morada en ella. Haz la prueba, acércate más a Jesús, a su palabra, a su presencia sacramental en la eucaristía, dialoga con él y verás que la sonrisa asomará en tus labios frecuentemente. Además la alegría no sólo redundará en beneficios para ti, sino que podrás ser una luz para los demás, levantando el ánimo de los más apesadumbrados, bien decía la M. Teresa de Calcuta: "Una sonrisa hace mucho bien y no cuesta nada".

Colaboración de Mónica Negrete de Irapuato Guanajuato, México.


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